14 de diciembre de 2012

"Tú no eres un héroe."



“Dame un héroe y escribiré una tragedia.”
F. S. Fitzgerald.


Las estrellas eran muchas, y se veían muy bien en aquel descampado, desde el coche que había llevado a sus dos ocupantes lejos de la cegadora luz de la ciudad.

-No sé lo que me pasa. –decía él. -Nunca me había sentido así.
-Estás nervioso, eso es todo.
-No son nervios. Creo que es miedo.

Ella le oía, pero en realidad pensaba en las estrellas, y lo que escuchaba era el canto de los sinsontes y a los grillos en los matorrales en torno al vehículo.

-Están tan solas. –dijo ella, señalando las estrellas con la mirada.
-Y qué hay de mi. –preguntó él.
-Tú no estás solo. Tú me tienes a mí.
-Y la guerra. También tengo la guerra. Ahora solo tendré la guerra.

Guardaron silencio, y entonces ella pudo volver a escuchar la noche. Ahora que habían terminado y la conversación daba lugar a repentinos y largos silencios, podían pararse a oír los pájaros en la noche. Era un agudo quejido, como el intempestivo cri-cri de los grillos que se cortejaban en las noches sudorosas.

-¿Qué harás cuando muera?
-No digas esas cosas.
-Lo digo en serio. ¿Crees que si muero en la guerra y no vuelvo contigo, entonces podrás volver a mirar el cielo como lo miras hoy?
-Por favor, cállate.
-Me convertiré en una constelación de estrellas. Como un héroe griego. Caído en la batalla.
-Tú no eres un héroe. –y en aquel momento no, pero un tiempo después se arrepentiría de haber dicho aquello, como se arrepiente uno siempre de acciones pasadas, y te avergüenza como no lo hace en ese mismo momento y cuando las consecuencias ya han pasado, o son inevitables, o no se puede hacer nada para remediar lo dicho, o lo hecho. Decirle que no era un héroe era como decirle "te necesito aquí conmigo, de vuelta". Le habría gustado decirle eso, pero no pudo, no en aquel momento. Ni nunca.

Se arrepentiría de haberle dicho “Tú no eres un héroe” cuando el cuerpo de él fueran ya solo huesos, enterrados bajo una cruz de blanco impoluto, en la costa de Normandía. 


7 de diciembre de 2012

La señora de Francis Duchamp.



El teléfono sonó cuatro veces con insistenciaCuando era ella quien llamaba, lo sabía al instante, antes de descolgar. Pasaba algo con aquel terrible aparato. Tal vez emitía una nota característica. Tal vez había algo en el tono, o en el intervalo entre timbre y timbre. Era un presentimiento.
Descolgó.

-¿Massie?
-¡Howard!- exclamó su mujer al otro lado de la línea -¿Cómo sabías que era yo?
-Te tengo dicho que no me llames en horas de oficina, cariño.
-Lo sé, lo siento. Pero es urgente. Es sobre Rick.
-¿Qué ha pasado?
-Me han llamado hace un rato del colegio. Dicen que se ha peleado. No me han dado detalles de lo que pasó, pero por lo visto atacó a un niño llamado Don Brody.
-Don Brody es un abusón.
-Oh, Howard. A ti él siempre te cuenta esas cosas... a mí no. Por eso creo que deberías encargarte tú de esto. Yo...
-De acuerdo, cariño. Me encargaré. ¿Pero podemos hablar luego? Estoy trabajando.
-Claro. Te llamaré más tarde.
-No, no me llames. Hablaremos cuando vuelva a casa.
-Pero...
Colgó

Entonces se abrió la puerta del despacho. Y por ella entró la joven. Una figura que se presentó bajando levemente la rubia cabeza, tocada por un pequeño sombrero de cloché.
-Buenos días. -saludó él, mientras la invitaba a sentarse, con un gesto, en una silla frente a su escritorio.
-Buenos días. –respondió la joven. –Vengo para firmar los papeles concernientes al seguro de vida de mi marido. Me han comunicado que hasta que no resuelva eso, no podré cobrar mi pensión por viudedad.
-¿Viudedad? ¿usted?
-Si... –dijo ella mientras estiraba nerviosamente de los bordes de su falda negra. No podía tener más de veinticinco años.
-Bien, claro. Disculpe. ¿Me dice su nombre?
-Clarisse Duchamp. Mi marido era el señor Duchamp.
-Entiendo.

Él se levantó y se dirigió al archivador para buscar la ficha. Francis Duchamp. La encontró, la cogió y volvió a su sitio. Una vez sentado, examinó los papeles mientras reinaba el silencio.
-Si, aquí está. Tan solo tiene que firmar estos formularios... al pie. Todo está arreglado. Lamento su pérdida. -Por una evidente razón de profesionalidad, su involucración para con el cliente no podía ir más allá de un formal pésame.
Le alcanzó una pluma y la observó mientras firmaba. Percibió su aroma, se le oprimió el pecho.
El teléfono volvió a sonar. De nuevo, ella.
Excusándose ante la joven, descolgó para acallar el escandaloso timbre.
-Massie...
-Por Dios, Howard, deja de hacer eso. ¿Cómo lo haces? Me asusta.
-Te he dicho que no me llames. Estoy reunido ahora.
-Pero es que antes no me dejaste acabar. Lo que quería decirte es que esta tarde tendrás que ir al colegio, antes de pasar por casa. Quieren hablar contigo allí.
-¿Y eso por qué?
-Howard. Es tu hijo, y ya te he dicho que deberías encargarte tú... al fin y al cabo son cosas de hombres. Por Dios, ha atacado a otro niño.
-Deja de usar esa expresión.
-¿Qué expresión?
-La de atacar. No estás hablando de un animal salvaje. Es Rick.
-Es una conducta intolerable.
-Está bien. Iré. Pero estás dándole demasiada importancia.
Volvió a colgar.

La joven había terminado de firmar los formularios. Observó su triste rostro. Se fijó en sus ojos, en el mechón de pelo que se descolgaba sobre su frente, y en su fino labio superior.

“Menudo cabrón el tal Francis Duchamp.” Pensó entonces “Casado con semejante mujer, y va el tipo y se muere. Mira, es... ¿qué es lo que es? Es hermosa. Tal vez, pero hay algo más. Es su tristeza que la hace más... natural, más sensible, y más deseable. Y no solo hay tristeza. Esos labios están hechos para sonreir y besar, y la luz en sus ojos cuentan que es grande y fuerte. Y parece que puedes hacerla volar, pero es imposible, porque tiene sus propias alas. Y va el tal Duchamp y se muere. Pero tal vez así debería ser siempre en realidad, si la vida fuese justa. Pero no lo es, y uno tiene que hacer frente a un día tras otro, cuando una mujer así sólo te atrapa una vez en la vida. Una noche, en la que olvidas el amor a la vida y el miedo a la muerte, porque solo puedes amarla a ella y lo único que temes es separarte de ella. Y su aroma se agarra a tu cerebro como una niebla y te pasas la vida entera llorando por dentro, porque sabes que no volverás a tener algo así, que solo hay una y no está contigo. Por eso el tal Duchamp ha sido un cabrón muy listo... porque todos deberíamos morir tras una primera y única noche de amor. Morir antes de que llegasen los días en la oficina, antes de que se fuese oscureciendo el universo de suaves palabras y de besos, y acabasen sustituidos por el horrible timbre del teléfono, y por la aburrida premonición de que ella te llamaba para contarte que tu hijo se había peleado con un chaval llamado Don Brody, un abusón. Si, morir antes no sería algo terrible. Lo aceptaríamos, y estaría bien.”

-Clarisse es un nombre muy bonito. –dijo de pronto, sin saber cómo.
Ella guardó un silencio embarazoso. Él esperó algo. Pero no habría nada más.

-Perdone, señora Duchamp. Eso será todo.
-Está bien. Gracias. –la joven se levantó y salió del despacho.

Y cuando la jornada terminó para él y volvió a casa, todo era normal. Todo era como siempre.
Salvo que la joven señora de Francis Duchamp flotaba por todas partes. Y se acordó de ella no solo aquella noche. Sino también la siguiente. Y la siguiente. Y la siguiente...
Entonces supo que nunca antes se había enamorado. Y no había nada que hacer.


8 de octubre de 2012

Chubascos moderados.




El metro se pierde con un traqueteo en las entrañas de la tierra, y un cartel del andén muestra a una modelo semidesnuda con un eslogan. “Momento de liberarse: Vívelo”.
No daré marcas.

Lunes por la mañana.
La cafetería de la esquina a la salida del subterráneo hiede a tabaco, frituras de primera hora y café. Una mancha de cerveza sobre la única mesa que aún queda libre.
“Momento de emborracharse: Vívelo”
Aún no son ni las nueve. ¿Pero qué clase de asquerosamente sano metabolismo aguanta hasta más allá de las once de la mañana sin una sola gota de alcohol en sangre?
Aquí nadie parece estar viviendo ningún otro momento, aparte de mí. La gente que para a mi alrededor en el local son madrugadores que revolotean breves instantes ante la taza del desayuno.


No hay nada más deprimente en una mañana que promete chubascos moderados que una voz licenciada en la facultad de periodismo saliendo de una radio oculta en algún rincón de la barra.
[<“Vamos con los titulares: En el panorama político nacional...”>]

-¿Puedes apagar eso?
-Es mi única compañía, jefe.
-Bueno, ponme una cerveza.
-Estrella.
-Okey.

[<<...ambas fuerzas políticas están dispuestas a llegar a un acuerdo en este punto...>> ]

Entra un tipo bajito y rechoncho en el bar, abrigado con un chubasquero rojo deshilachado. Parece un preescolar en su primer día cuando mira alrededor buscando un sitio en el que meter el culo. Huele a yogurt rancio cuando se sienta frente a mí en la mesa. Quizás lleve un par de días sin enjabonarse los sobacos.

Le miro por encima del botellín de cristal y la jarra vacía que el camarero deja ante mí. Los ojos del borracho destellan cuando ven caer el euro cincuenta sobre la mancha de cerveza. Sonríe. No puede tener más de treinta y ocho, treinta y nueve; pero aparenta de cincuenta para arriba.

-Buenos días.- saluda sin borrar de su cara aquella sonrisa que arruga sus mejillas como las de un perro viejo, erizadas de barba negra.
-...
-Jeeeeeeh- Dientes opacos de amarillo.
-Igual ni siquiera fue a la universidad.
-¿Quién?
-La locutora.

Desde alguna de las otras mesas, una tos anónima resuena en el bar, por encima de todos los ruidos durante medio segundo, y puedo imaginarme las flemas subiendo y bajando, retorciéndose en sus bronquios como una babosa herida entre las raíces de una planta marchita.

-Menudos hijos de puta.
-¿Quiénes? Disculpe...
-Pues que resulta que voy a los servicios sociales a ver si querían ingresarme mi dinero de este mes.
-El desempleo
-Exacto, el paro. Y van los muy mamones y dicen que ha expirado.
-Vaya, qué pena.
-Y yo estaba esperando por ese dinero. ¿Comprende usted?
-Comprendo perfectamente. Comparto su dolor.
-No me toque los cojones. ¿Me va a pagar una cerveza?
-No.
-Pero usted está bebiendo una.
-Estaba.- Yo ya había terminado la mía. Me levanté y me fui. Sólo un gesto con la cabeza como despedida. Él no dice tampoco nada más.

[<<...mientras no sigan las reuniones sobre el presupuesto...>> ]

El perro con la mirada más triste del reino animal asoma su cabeza al interior, se da media vuelta y se tumba en el escalón de la entrada. Ni se percata de que paso sobre su lomo marrón con una zancada.

-Se habrían extinguido ya si no nos preocupásemos tanto por notar su presencia, y a la vez les despreciásemos con la soberbia de una especie dominante.

El vendedor de lotería, ciego en su taburete en medio de la acera. Contorneándose a su alrededor corrientes de gente que le sortean en su retiro.

-¿Se refiere a los perros?- pregunto encendiendo un cigarrillo.
-Si, si. Los perros. Y también los pollos, y las ovejas, las vacas, los gatos.
-Los animales imprescindibles.
-Y las plagas, las que no se pueden erradicar. Las cucarachas, las moscas, los conejos.
-Bueno, los conejos tienen su encanto...
-...y las especies verdaderamente hermosas se pierden como suspiros. Los tigres, el panda, la cigüeña, el armadillo, el dodo, incluso los burros. No valen para nada, si alguna vez fueron útiles para el hombre, se pierden, se borran, se esfuman como el humo de sus caladas, -trata de señalarme- como un suspiro, repito. ¡Y en un suspiro!
-¿Y qué hay de nosotros?
-Hacemos y deshacemos- dice el ciego.- Aunque no podamos ver, aún reinamos en la tierra y sobre los cielos. Nos levantamos cada mañana para asegurarnos de que así sea, aunque estemos tan acostumbrados a la idea que ni siquiera somos conscientes de ello.

Estamos tan embarrancados en una realidad dada, que no nos planteamos salir de ella... Eso sucede tantas veces como personas han vivido en la Tierra.

-Muy interesante. Deme un número.- Me saco una moneda del bolsillo.
-Diga cuál.
-... – Se amontonan decenas, quizás más de cien papelitos agitados por el viento frío, levemente salpicados de algunas gotas sueltas que empiezan a caer sobre la calle.- El que usted quiera.
-Esto será un euro.-Ni tan siquiera lo miro cuando me lo guardo en el bolsillo.

Y cada vez llueve más. Hasta el punto en que empiezan a verse paraguas y el suelo se oscurece, resbaladizo. Y en mi cabeza suena Django Reinhardt mientras considero la posibilidad de internarme de nuevo bajo tierra, bajo el asfalto, a las entrañas de la civilización. Estoy cansado de verle la cara por hoy, y de oir su voz.

[<<...se seguirán dando chubascos moderados a lo largo de la jornada...>>]





29 de agosto de 2012

Villanos de libro. (2- Ahab & Moby Dick)

¿Qué es Moby Dick? Inspirado en el caso de un cachalote real que trajo de cabeza a los balleneros de Nantucket, así como en otros relatos marineros del gran auge de la pesca de cetáceos del S. XIX, Moby Dick es el espectro blanco de una demencia que cruza el mundo de un extremo a otro. Tas él navega el Pequod, capitaneado por un alma atormentada y solitaria sin más afán que la venganza. 
Ahab es un hombre destrozado. Sus mutilaciones no son tan solo físicas. La enorme criatura albina le privó también de la razón en un primer encuentro que sellaría los destinos de ambas almas gemelas.
Ahab es la víctima que busca la venganza imposible contra un animal sin conciencia.  Moby Dick no es una ballena ni un cachalote; es más bien el enorme deseo de superación y de lucha presente en todo ser humano injuriado, es la materialización del desperdicio de la obstinación y el fracaso premonitorio, el bálsamo del orgullo herido; la meta autodestructiva. 


Ahab no ceja, aún cuando se ha enfrentado a ella sin conseguir más que dolor y sufrimiento, y aún cuando ve en el enorme Leviatán las marcas causadas por el empeño inútil de sus semejantes, que a su vez yacen también en las profundidades.
Si de algo estamos seguros es de que no hay ningún tipo de heroicidad en la novela de Melville. Las razones del cazador son infundadas y malditas, y los hombres del Pequod son pobres diablos con el destino ya truncado, mientras se entregan a una persecución bajo el doblón de oro clavado en el madero del navío. No establece con ellos ninguna otra relación. Ahab ha renunciado a lo gregario que hay en el ser humano. Solo concibe la vida como lo que media entre su momento presente y la futura resolución de la venganza imposible; solo abandona su camarote al grito de "Por allí resopla" y ninguna otra criatura del mar capturada, cualquier ballena que no sea Moby Dick, satisface su deseo.
Ahab nunca conseguirá lo que se propone. Su muerte es una advertencia de que el único resultado en la búsqueda sin concesiones de aquello que nos completa, de aquello que creemos que llenará nuestros vacíos en este caos de la existencia, (porque él mismo es también Moby Dick, su demencia, su alma gemela) es acabar arrastrado a los abismos abisales por la demencia y el absurdo encarnados en Moby Dick. Y con él, tantos buenos nombres; Starbucks, Queequeg, Tashtego... 
Todos desaparecen tragados por el mar eterno, mientras el mal sigue suelto, atrapando a otros en su obstinada sinrazón. Moby Dick ahora viaja con un trofeo macabro atado a su costado.











MELVILLE, H. Moby Dick. Círculo de Lectores, S.A. 1994








7 de agosto de 2012

Villanos de libro. (1- Jean-Baptiste Grenouille)



Esta entrada será la primera de unas cuantas del mismo tipo. He decidido empezar a escribir una breve serie en la que recogeré a diversos personajes “oscuros” de la literatura universal. El primer elegido es el macabro protagonista de El Perfume, la obra de Patrick Süskind. Luego vendrán otros como el magnífico Profesor Moriarty, el demente coronel Kurtz o la terrible Moby Dick. Tiempo al tiempo. Mi elección no se basará más que en mis propios gustos y mi grado de interés acerca de los mismos, por lo que no será ni mucho menos una antología universal de villanos literarios. Trataré de presentarlos desde una perspectiva que resuma su significado en el marco de la obra, así como cuáles son las motivaciones y el significado de sus actos en el marco de la ficción en que estos tienen lugar, como paradigmas de lo malvado. Algunas veces son individuos solitarios en un mundo sin luz, como sucede con Grenouille, donde nadie salvo él mismo pueden poner freno a su vida y obra. En otras ocasiones serán personajes que se enfrentarán al héroe, por lo que asistiremos a la clásica dicotomía entre el Bien y el Mal, si bien, incluso en este juego, la delimitación entre ambos no siempre será tan clara...

Bueno, allá vamos:





Grenouille no capta el mundo como el resto. Para él, el mundo sensible, todo lo tangible, es una máscara que oculta la verdadera esencia de las cosas: su perfume.

Para él, el perfume que emana de los seres, de todo lo orgánico, es en sí mismo la esencia de los mismos.



Los objetos del mundo real son tan solo el receptáculo de esa esencia que reside en el mundo de los aromas, y que Grenouille capta mejor que nadie. Incluso los mejores perfumistas tienen dificultades para comprender las más ligeras variedades de un perfume, y para extraer todas la sutilezas que este encierra. Por ello a duras penas algunos perfumistas consiguen imitar la delicada armonía de los aromas y engañar a sus semejantes con simples brebajes. Grenouille sabe que el Perfume que todos los hombres y mujeres buscan y tratan  reside en algún lugar, esperando a que él revele el secreto.


Grenouille se mueve en un mundo al que resulta indiferente y del que él mismo no se siente parte (pues sólo se siente parte del mundo de los aromas, aunque, como veremos, él mismo carece de tal). El azar le ha situado en las mismas entrañas de la caótica Francia de finales del S. XVIII que, sabemos, se avoca a la época de las Revoluciones, a la mayor transformación que el mundo occidental no ha conocido (ni conocerá) en mucho tiempo.

En un momento dado, Grenouille decide refugiarse del mundo, escapar al interior de una cueva en un paraje deshabitado, tras abandonar la ciudad de los hombres (París, ese mundo donde nadie comprende la suprema verdad que subyace en el perfume y donde los olores se solapan de manera agresiva y confusa). Entonces es cuando espera y se recrea en el mundo de los aromas (y los aromas, en el lenguaje interno de Grenouille, son precisamente las ideas de las cosas, en el sentido platónico del término). En su retiro anacoreta, logra alcanzar una suerte de trascendencia que termina por desdibujar de su interior cualquier atadura con la realidad precedente. Una trascendencia revelada, un satori o más correctamente éxtasis plotiniano. Le hace consciente de su propia exclusividad como ser:  En esta inversión del mito de la caverna de Platón, Grenouille se percata de que él mismo carece de aroma... carece de esencia. Grenouille se da cuenta de que él mismo no es nada. Grenouille, de algún modo, está maldito. Pero comprende pronto cuál puede ser la solución a su problema y regresa al mundo de los hombres capaz de elaborar su propia esencia... Es preciso abandonar la caverna y volver a la luz. Para moverse con mayor facilidad en el mundo de los hombres y superar obstáculos pasados, Grenouille fabrica a un Grenouille falso para introducirse en sus vidas de nuevo, y terminar de perfecionar la técnica de extraer el perfume de las cosas vivas. Si en el principio de su vida sólo se movía en el plano de los perfumes (de las ideas de las cosas) e incluso el habla humana le resultaba extraña y difícil (porque las palabras no pueden encerrar la realidad que sólo pueden contenter los perfumes, ahora consigue engañarlos a todos y moverse en el plano material, humano. Es una mentira, un cascarón con el que moverse en ese mundo de cascarones mientras busca conseguir su cometido.

Se dice que la única emoción que Grenouille, como bestia, consigue experimentar a lo largo de toda su vida, es el amor por la fragancia que emanan determinadas jóvenes con las que se cruza en su camino, y a las que mata con el fin de proceder en su macabra obra final. No es un amor hacia una mujer, sino hacia la esencia de las mismas: El amor que Grenouille siente es un erôs en un sentido también platónico. La última de todas estas mujeres que Grenouille anhela, supera con creces a todas las anteriores; su fragancia es la culminación perfecta, el último escalón en su ascenso. Tal es su fuerza, que no son tan solo la atención y ansias de Grenouille las que capta, sino que todos, hombres y mujeres, sucumben de algún modo ante la hija del cónsul Antoine Richis (e incluso éste se sorprende prendado por su hechizo, y sólo consigue superarlo gracias a la vieja barrera bien cimentada de la vieja moral). Nadie llega a comprender la fuerza de atracción de la joven, nadie puede entender que reside en su Perfume. La diferencia es que Grenouille sabe por qué.

Queda por saber si el asesino de “El Perfume” es una bestia sin más, un depredador, o si por el contrario es un ser que ha trascendido, en el concepto místico del término, a través de su inmersión en el universo de los perfumes, relegando a un plano secundario cualquier dilema y ética, y que no puede sentir en ningún momento repugnancia por sus propios acto, un egotista sin límites que acaba entregándose a su propia destrucción cuando siente que su obra a culminado.

Sea como sea, lo que está claro es que Grenouille, no es humano.



SÜSKIND, P. El Perfume. Historia de un asesino. RBA Editores, Barcelona, 1992. 

21 de junio de 2012

Agua de Stradivarius.

Hay una cosa muy interesante con las etiquetas de Vichy Catalán. De un tiempo a esta parte, en un arrebato de creatividad, la gente de Vichy Catalán adorna las etiquetas con ilustraciones de un personaje del mundo de las artes, la típica autoridad inmortal.

Hasta hace un tiempo, era Bécquer.



Luego (y hasta ahora) fue Antonio Stradivarius.



Esto lo hacen para conmemorar el aniversario de la muerte, o del nacimiento, no se. Es un pedo que se tiran, un poco como si vivieran en otra época, o una torre de marfil, porque todo el mundo patrocina eurocopas y olimpiadas... pero hacerte eco del aniversario de Becqer o Stradivarius te da un caché... por eso este es un merchandishing muy fino que yo respeto y admiro bastante... 

Pero joder.... también podría pasar que a los de Vichy les diera por explotar ese tema un poco más allá... que salieran con algo así como que las propiedades curativas del agua de manantial viene de la mano de unas apariciones espirituales; que de vez en cuando, atendiendo a ciclos astrales, Antonio Stradivarius se aparece en el manantial de Caldas de Malavella, con los pantalones arremangados y el agua hasta los tobillos. O Bécquer, también... según la época del año. Y es ese baño del espíritu en las aguas lo que le da propiedades especiales al Vichy. Es agua bendita por Antonio Stradivarius. No es solo una mascota periódica. Es un ingrediente esencial

¡Cuando bebes Vichy, bebes a Stradivarius! Esas burbujitas son el espíritu del famoso luthier, contenido en el agua... Embotellan ese agua...


Esto lo hacen para conmemorar el aniversario de la muerte, o del nacimiento, no se. Es un pedo que se tiran, un poco como si vivieran en otra época, o una torre de marfil, porque todo el mundo patrocina eurocopas y olimpiadas... pero hacerte eco del aniversario de Becqer o Stradivarius te da un caché... por eso este es un merchandishing muy fino que yo respeto y admiro bastante... 

Cada espíritu de muerto ilustre le da un toque especial al producto... es un Milagro de Lurdes para laicos, para humanistas... para esa gente que está en un impás entre el misticismo y el raciocinio... Virgen no, Stradivarius sí.

11 de junio de 2012

Ramon Llull predicando.


En Wikipedia, el artículo de Ramon Llull trae una imágen del tío con un pie de foto que pone "Ramón Llull predicando". Y sin embargo, mi mente, retorcida, creyó ver a Ramón Llull fumándose un porro. Habría tenido su gracia, habría sido un acto vandálico bastante genuino. Pero no. Es una imagen pura, es verdaderamente Ramon Llull predicando.

Pero tampoco predica tanto. Sólo deja caer una idea.











Hay que mirar las cosas más de cerca. Con mayor detenimiento.

La torre en la casa de la playa.




   La casa se alzaba sobre la playa, en la cima de un terraplén con una base natural de rocas. En uno de sus costados se erguía una torre de campanario de planta cuadrada que, si bien estaba en desuso como tal, servía para albergar la biblioteca. En su parte más alta, donde antaño se encontrara una enorme campana de bronce, no había nada salvo un espacio vacío que se abría hacia los lados y al que no era seguro subir, por peligro a caerse y a causa también del mal estado de conservación. Allí anidaban normalmente las gaviotas, dos o tres familias de ellas, con varios polluelos, y en pleno julio, mientras el sol aplastaba con su pesado calor los matojos de la finca que se abría en torno a la casa, y más allá de la playa, -tierra adentro, hasta donde se encontraban las ruinas y donde se cultivaban las hectáreas de viñedos y avellanos-, las gaviotas acostumbraban a llenar el aire de estridentes graznidos, desde muy temprano por la mañana, hasta la misma puesta de sol, mientras trazaban círculos en torno la casa y la torre, y sobre la playa, arrojándose al mar.

  Félix jugaba siempre a costa de aquella presencia de las gaviotas, jugaba a que las cazaba; como en una extraña selva o en una alta montaña poblada de aves gigantes; y otras veces jugaba a que las gaviotas eran terribles criaturas extrañas, como dragones que había de abatir, y entonces la casa se convertía en un castillo asolado por aquellos pájaros tornados en gigantescos reptiles alados, y Félix se escenificaba como caballero de alguna gesta antigua y olvidada en aquel paraje inventado, pero que las gaviotas ayudaban a convertir en un lugar real con su presencia y sus constantes y terribles graznidos, a los que, al cabo de un tiempo, uno acababa por acostumbrarse y terminaba echando de menos cuando se ausentaban durante prolongados períodos de tiempo.
   
   Y muchas veces, aquella última primavera antes de que Padre se marchara para siempre, le había visto a él, a Padre, parado en la playa, fumando y con los pies hundidos en el agua, donde rompen las olas, con las perneras del pantalón arremangadas hasta las rodillas, dejando que el mar y el sol bañaran sus blancas pantorrillas, y que una pequeña capa de sal se formase allí donde el mar y su piel entraban en contacto. Y le rodeaba la sombra de las gaviotas, en la hora del crepúsculo, cuando se reunían en la playa completamente libre de presencia humana (a excepción de Padre). Y a Félix le gustaba imitarle, a Padre, y pararse allí a mirar el mar. Y entonces compartían un rato así, mientras el sol se escondía hacia el otro lado del mundo, que veían en la distancia; y en ocasiones veían también a los pequeños veleros bailando entre sí, mientras sus velas infladas por el viento irradiaban los rayos anaranjados del crepúsculo, coronados de luz, en medio del mar racheado, con esas ondulaciones que se ven a veces en la superficie del mar cuando sopla el viento, pero sin llegarlo a remover con violencia ni a formar marejada; y en otros puntos se veían pequeñas manchas de calma, con la superficie llana como una sopa en el plato, y esos eran los remansos donde no soplaba viento, hasta que llegaba entonces la racha, -pues el viento soplaba desde el sur, desde el horizonte, y se metía en tierra removiendo el pelo de Padre y de Félix-, y en ocasiones un barco se acercaba a donde ellos estaban, siguiendo las corrientes de viento; y aunque Félix no podía saberlo, porque no había navegado nunca, Padre sí que era consciente de la naturalidad con la que el patrón, sosteniendo la caña del timón con una mano y el cabo de la escota mayor en la otra, se enfrentaba a los cambio de rumbo, y movía la vela y el cuerpo del barco somo si fuese una extensión más de su cuerpo, y se metía en las corrientes y las usaba en su favor con la misma normalidad con la que una persona sortea los muebles y las esquinas en un recinto que conoce a la perfección, o con la misma naturalidad con la que uno guía a su cuerpo por entre los pliegues y mangas de una camisa de siempre al vestirse por la mañana. Y cuando el velero se acercaba lo suficiente podían ver a los dos tripulantes, que ignoraban cuanto sucedía a su alrededor pues para ellos solo existía aquel mar y aquel viento, y no se acercaban lo suficiente a la costa como para percatarse de quienes les observaban; pero Padre y Félix podían ver el sombrero de mimbre del patrón y el sombrero Panamá del tripulante que llevaba el foque, y podían distinguir incluso sus rostros.

   Y entonces Padre le contaba a Félix historias sobre aquel mar, porque el mar era muy antiguo, y Félix, que siendo un niño no conocía aún las implicaciones totales de lo “antiguo” preguntaba si aquel mar era tan viejo como Padre, y más viejo que el padre de Padre, el Abuelo, que ya no estaba en ningún lugar de aquel mundo, según le habían explicado, pero que era el responsable de que tuviesen aquella casa y aquella tierra junto al mar, donde se plantaban viñedos y avellanos, y donde unas ruinas, de gente “más antigua que yo y que el abuelo”, se alzaban desde lo profundo del suelo, adivinándose columnas y mosaicos, y haciendo florecer de piezas de cerámicas rotas y vetustas monedas el terreno de labranza. Y una vez que habían estado parados junto al mar, viendo el crepúsculo y los veleros bailando entre sí, Félix le preguntó a Padre qué eran aquellas ruinas, y Padre le contó que no eran otra cosa que los restos de lugares en los que había vivido otra gente mucho antes; que eran los restos de casas, de calles, de una ciudad enterrada bajo el suelo mucho tiempo atrás, y que en otro tiempo había dominado el promontorio sobre la playa; en una época muy anterior al Abuelo, y más anterior aún a la casa y al campanario. Y Padre le contó también cosas sobre la gente que había vivido allí en otro tiempo, y de cómo habían venido montados en grandes barcos de madera, cubiertos con grandes velámenes, e impulsados a su vez con remos, desde una ciudad que se alzaba al otro lado del mar, no muy lejos de allí, y de cómo las ciudades se fueron edificando allá por donde pasaban mientras iban conquistando la Tierra entera a su paso -o al menos la Tierra que ellos conocían, porque aún no tenían forma de saber que existían muchos otros lugares, como las colonias, a donde Padre tenía que ir poco tiempo después, a librar su propia guerra- y de cómo el barco era mucho más grande que los veleros que en las estaciones cálidas se dejaban ver por la playa, bailando entre sí y persiguiendo las corrientes, tripulados por hombres con sombreros de paja y fieltro blanco que se iban poco antes de que empezara el otoño. Padre le explicó que era de antes incluso de que naciera Cristo, que colgaba de una cruz en el muro de la cocina y también en el dormitorio que Padre compartiera con Madre antes de que esta también se marchara para siempre el mismo día que Félix nació, como decía Padre, -pero que nunca debía sentirse culpable por aquello, le decía también, aunque no sería hasta muchos años más tarde que entendería todo lo que aquello involucraba, y a su propia existencia en el mundo-. Y le contó que fue, probablemente, en aquella misma playa donde por primera vez desembarcaron hombres grandes, de penachos en sus cascos, y cotas de malla y sandalias remachadas con clavos, y decía que habría sido un espectáculo digno de verse, “cuando en el mundo aún había tiempo para héroes y cuando incluso en la guerra había algo de poesía”, pero Félix no sabía bien lo que Padre podría haber querido decir con aquello, porque para Félix la poesía era una cosa que se escribía en los libros, y Félix aún no sabia leer. Y para Félix, que no tenía verdadero conocimiento de lo que era el tiempo, aquello bien podría haber pasado hacía tan solo dos tardes, dos semanas, dos vidas... no dos mil años. Pero esa era una visión que convertía aquellas historias y a aquellos hombres en cosas más reales, más cercanas, porque era aquella misma visión, aquella perspectiva bajo la torre de la casa de la playa, o a la altura de las rodillas de su padre, frente al mar, que también convertía en dragones a las gaviotas.




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21 de abril de 2012

Sobre William S. Burroughs.

La literatura refleja la sociedad que la engendra, impregnada de sus valores y fobias, de su lenguaje, de todo su imaginario. Esto no es nada nuevo. En cualquier circunstancia, incluso lo que denominamos "underground" o "marginal" -a veces con más miras comerciales que sinceras-, es una crónica fiel y sensible de un contexto particular, aunque el mensaje pueda tomar tintes poco convencionales (lo que lleva al rechazo por incomprensión, ambigüedad o temor, según el caso).

El caso de Williams S. Burroughs puede servir para ilustrar esta afirmación; su obra es una crónica descarnada de la conservadora y paranoica sociedad estadounidense de su época. Elaborada a modo de crítica destructiva, es también el reflejo de la realidad que subyace bajo la misma, que intenta ser atajada o extirpada por los poderes fácticos: es la crónica de la droga, de los ambientes eclécticos, y de un submundo de sexualidad reprimida. Como él mismo dijo:
"En los Estados Unidos tienes que ser un pervertido o te mueres de aburrimiento."
Nacido en 1914, Burroughs descendía de una familia acomodada de larga tradición. Su abuelo, del mismo nombre, fundó la Burroughs Corporation, basada en la fabricación y comercialización de unas máquinas de sumar que alcanzaron bastante popularidad.

Aunque ávido lector durante toda su infancia y adolescencia (parte de la cual pasó en un internado de donde comenzó a ser consciente de su homosexualidad, y que mantuvo oculta hasta por lo menos 1959), la verdadera génesis de Burroughs como escritor ha de remontarse a la época en que finalizó sus estudios en Hardvard, en 1936, y emprendió un viaje por Europa de autoexploración. Allí se casaría con una mujer de etnia judía llamada Ilse Von Kappler, a fin de salvarla de los nazis. De vuelta a los Estados Unidos, se divorciaron (1937), y comenzaría para Burroughs una breve época de estancamiento, en el transcurso de la cual se haría patente cierto desequilibrio al amputarse una falange de su dedo meñique izquierdo un episodio que recuerda a Van Gogh o Verlaine, y con el que buscaba atraer la atención de un joven del que se había enamorado. Se arrepentiría de ello cuando, en el contexto de la guerra mundial, viese frustrada sus expectativas de servir en el servicio de inteligencia de los Estados Unidos. De todas formas es posible que el estricto estilo de vida y organización no acabasen de encajar bien con la personalidad de Burroughs, que pronto plasmaría en sus escritos el rechazo a toda forma de organización artificial y a sus instrumentos, en la línea de un proceso anarquizante que marcaría toda su obra.

En 1938 escribiría un breve relato titulado "Twilight's Last Glemings", en el que relata el hundimiento de un barco llamado "S. S. America". En pleno hundimiento se viven grotescas y surrealistas escenas de pánico. En él hace por vez primera aparición el Dr. Benway, que tendría un papel relevante en la obra de Burroughs, especialmente en "The Naked Lunch" (El Almuerzo Desnudo), o en "Dr. Benway".

Desde entonces, y hasta el 43, su vida daba tumbos de un trabajo a otro, a la vez que se mantenía apartado de la escritura: De camarero a detective privado, publicista o exterminador de insectos en el South Side de Chicago. Tomaría apunte de las diferentes experiencias que estas profesiones le depararían; de la publicidad aprendería, por ejemplo, el funcionamiento del mercado y de las mecánicas del reclamo con fines comerciales, lo cual aplicaría más tarde a sus teorías sobre la drogadicción o sobre el lenguaje.

Entonces, en 1944, se iría a vivir a Nueva York, siguiendo a su amigo Lucien Carr y a otro conocido de ambos, un tal David Kammerer, que iba allá a donde se dirigiera el joven Carr. En Nueva York, entraría en contacto con los estudiantes de la Universidad de Columbia: Jack Kerouac y Allen Ginsberg, con quenes trabaría profunda amistad, a la vez que se convertía en su mentor.

Conocería también a la que sería su segunda mujer: Joan Vollmer.

Durante esa estancia en Nueva York tendría lugar un grave suceso. Lucien Carr apuñaló a su no correspondido amante David Kammerer, y acudió a Burroughs y a Kerouac pidiendo ayuda. El primero le aconsejó que se entregara. Kerouac optó por echarle una mano a la hora de deshacerse de las pruebas y pensar una coartada. Ambos fueron detendidos, Carr a veinte años, por homicidio, pero tan sólo cumplió dos en un correcional. Kerouac fue condenado por complicidad y encubrimiento, pero se las arregló para conseguir pagar una fianza de 2500 dólares.

Todo este episodio inspiaría a Burroughs y a Kerouac el escribir una novela conjunta que titularon "An the hippos were boiled in their tanks" (Y los hipopótamos se concieron en sus tanques). A su vez, Kerouac la plasmaría también en "Vanity of Duluoz" (La vanidad de los Duluoz) y en "The Town and the City". (Fotos: Izq; J. Kerouac y L. Carr en 1944. Dcha; Burroughs y Kerouac en 1944.)

Otra consecuencia de la estancia en Nueva York sería la introducción de Burroughs en el mundo de la droga. Herbert Hunckle, afincado en la ciudad, conoció a Burroughs y, tras su manifiesta desconfianza inicial (creía que era un agente de narcótricos que trataba de infiltrarse en el submundo de la droga) le introduciría en el consumo de la heroína.

La droga le traería problemas, entre otros, con la Federal Bureau of Narcotics, lo cual le llevaría a huir a Wavery, Texas, en 1945. Sin embargo, el constante acoso del sistema, del entramado burocrático que a Burroughs le resulta tán incómodo, le obligarán a continuar su huida hasta México, donde se instalará en 1948. Allí se matricula en la universidad una vez más, a fin de estudiar arqueología e historia del mundo azteca, con especial interés en la religión y los rituales de sacrificios humanos, así como la lengua de los mayas y sus ciencias astrales. Así, la lengua y los ritos de las altas culturas de mesoamérica (en especial el calendario maya, al que él le veía cierto potencial como elemento de control de masas por la vía de la religión o la superstición), le servirían de inspiración para escribir la serie "Nova", en la que se centra en un punto que será el fundamento de su obra: El lenguaje.

Según él, el lenguaje es un "virus" que atacó al hombre en su etapa más primigenia y que, desde entonces, se ha ido transmitiendo generación tras generación de modo inevitable. Se trata de un eterno parásito que deforma el cerebro y no nos permite entrar en contacto con la realidad en sí misma, pues la alteramos y deformamos constantemente mediante las palabas, y sus reglas sintácticas y semánticas. Este defecto es la premisa de la que parte Burroughs en muchos de sus textos, creando nuevas formas estilísticas y narrativas, buscando destruir el virus.

Su estancia en México sufriría un revés. En 1951 asesinó "accidentalmente" a su mujer Joan Vollmer de un disparo en la cabeza cuando trataban de emular el famoso juego de la manzana de Guillermo Tell, sustituyendo la manzana por un vaso de cristal sostenido en la cabeza de Vollmer.

Fue retenido por unos días en un calabozo en México, y al cabo del tiempo, en 1957, conseguiría la absolución del crimen por parte de la justicia estadounidense. Antes habría vuelto a Nueva York, donde compartiría piso con Ginsberg. Durante esta relación, escribiría Queer y The Quest of Yage. Esta última es una compilación de las cartas que escribió a Ginsberg durante su recorrido por sudamerica, buscando el Yage. En España*, ambas fueron editadas con el título de "Marica" (un error de interpretación corregido en las últimas ediciones, respetando el original) y "Las cartas de la Ayahuasca", respectivamente.

Tal vez a raíz de ese viaje, al año siguiente, y durante tres años, se verá inmerso en un ciclo autodestructivo, enganchado al fin y de forma definitiva a la droga, en particular a los opiáceos (morfina, heroína...), aunque abordaría intermitentemente otras sustancias. Su abandono por estos años llegará a ser extremo, y su vida pendería de un hilo. En la novela "Junkie", (Yonqui), Burroughs da testimonio de su experiencia como adicto, no sólo desde el punto de vista de las sensaciones físicas o quimicas, sino de todo el ambiente que rodea al drogadicto, de los peregrinajes de médico en médico a fin de conseguir recetas de morfina, y de las relaciones personales que surgen precisamente de esa búsqueda del pinchazo.

Esta novela presentó problemas a la hora de ser publicada. Su contenido no era precisamente el adecuado, y correspondió a Carl Solomon editarlo, en 1953, con el sello de Ace Books, y una cubierta lo suficientemente atractiva. También se aseguró de publicarlo en un volumen compartido con las memorias de un agente de narcóticos, confiando en que con aquello podría guardarse de la censura. Burroughs, por su parte, firmaría con el seudónimo de William Lee.

Portada de la primera edición de "Junkie", y la de la última edición española.


En el 56, Burroughs encontraría finalmente la cura gracias a un método experimental de apomorfina llevado a cabo por un tal Dr. John Y. Dent. Sufriría recaída, pero siempre se repondría gracias a este método. Al final, declaró:


"Desperté de la enfermedad a los cuarenta y cinco años, sereno, cuerdo y en bastante buen estado de salud, a no ser por un hígado algo resentido y ese asecto de llevar la carne de prestado que tienen todos los que sobreviven a la enfermedad..."
El Almuerzo Desnudo.
(Foto: PBS Independent Lens)



Curado pues, viajó a Tánger, donde trabajaría en su nueva obra: "The Naked Lunch" (El Almuerzo Desnudo). En esta obra, ambientada en un Tánger deformado llamado Interzone, Burroughs lleva a cabo su particular ataque contra absolutamente todo; instituciones, partidos políticos, universidades, los roles individuales, así como la medicina, retratada en el ya citado Dr. Benway, un médico con brutales métodos y habilidad para establecer el Control sobre las conciencias. Muy similar a la figura del camello en "Junkie", capaz de penetrar en lo más profundo de la psique y el metabolismo del individuo, de controlarle. El primero gracias a sus habilidades médicas y el segundo, gracias al poder de la adicción a la droga. Ambos casos son ejemplos de los elementos alienadores que existen en nuestro mundo, así como de los individuos que los emplean como herramientas para alcanzar y mantener determinados grados de domino o de poder. De hecho, el poder, la dominación desde un punto de vista sexual, es otra obesión de Burroughs, y aparece frecuentemente en su obra. La pena capital, por ejemplo, aparece escenificada en "El Almuerzo Desnudo" como un rito de muerte orgiástica, en el que los grupos organizados hallan el máximo placer al disponer de la vida del individuo.

En 1958, William S. Burroughs se instala en Paris, en el Beat Hotel, donde conoce a Brion Gysin, pintor alternativo. Ambos entablarán amistad pronto y se pondrán a trabajar juntos en las técnicas del cut-up, un estilo de escritura que trata de reelaborar las normas a la hora de generar un texto, rompiendo la linealidad del mismo.

Gysin inventaría también un artilugio conocido como la dreammachine, la cual gozaría del beneplácito del escritor.

Burroughs utilizaría la técnica del cut-up en las obras "Minutes to go", "The Exterminator", "Time" y "The Third Mind".

Posteriormente, Gysin y Burrouhgs trabajarían también juntos en la elaboración del guión de la adaptación cinematográfica de "The Naked Lunch" llevada a cabo por David Cronenberg en 1992. La película no es un retrato fiel de una obra imposible de llevar a la pantalla, sino un cruce de la biografía de Burroughs (William Lee, interpretado por Peter Weller) y sus escritos ("Junkie", "The Naked Lunch", "Exterminator"...). Cuenta cómo Lee abandona su vida en Nueva York tras asesinar accidentalmente a su mujer para dirigirse a Interzone, un lugar extraño donde libran batalla agencias buocráticas y de contraespionaje, dirigidas por insectos y extraños seres como son los mugwumps, criaturas malvadas que representan toda la corrupción del placer, el sexo, la droga y el poder. Allí habrá de enfrentarse al siniestro Dr. Benway .
Burroughs conoce a un mugwump.

Al fin, en sus últimos años, y quizás actuando como un portavoz dentro de aquella sociedad que le había engendrado y contra la que se rebelaba, Burroughs se irá convirtiendo cada vez más en una figura pública de notoriedad.



William Burroughs, NYC 1985
© Kate Simon, 1985


Finalmente, el yonqui, el teórico experimental de la drogadicción más extrema, se convirtió en protagonista de un anuncio de la marca Nike. Comparte pantalla con atletas paradigmas del estilo de vida saludable aquel que una vez dijo:
"La droga es el producto ideal...La mercancía definitiva. No hace falta literatura para vender. El cliente se arrastrará por una alcantarilla para suplicar que le vendan...El comerciante de droga no vende su producto al consumidor, vende el consumidor a su producto. No mejora ni simplifica su mercancía. Degrada y simplifica al cliente."
Creo que a día de hoy, esa es la herramienta oculta de toda campaña de marketing que se precie, sea cual sea el producto. La personalidad del cliente es sacrificada a la marca y a sus "virtudes". Puede que Nike tomara nota de eso...




Por las mismas fechas, actuó en Drugstore Cowboy de Gus Van Sant.



Trailer de "The Naked Lunch" de D. Cronenberg.



"La canción de Interzone", por Howard Shore, junto a Ornette Colleman, para la versión cinematográfica de "The Naked Lunch"



"I bring no peace, but a sword", W. S. Burroughs y U2.




Trailer de "On the Road", con Vigo Mortensen en la piel de "Old Bull Lee" (William S. Burroughs).













Notas:

Sobre William Burroughs:
-PASTOR GARCÍA, Daniel. El individualismo anárquico y radical de William S. Borroughs, Salamanca, Universidad, 1988
-Documental sobre William S. Burroughs basado en los testimonios de diferentes personajes: William S. Burroughs, A man within.
-http://es.wikipedia.org/wiki/William_Burroughs
-http://en.wikipedia.org/wiki/William_S._Burroughs_bibliography#Collections

Sobre La Generación Beat.
http://es.wikipedia.org/wiki/Generaci%C3%B3n_beat

Sobre Herbert Huncke.
http://en.wikipedia.org/wiki/Herbert_Huncke

Sobre Brion Gysin.
http://es.wikipedia.org/wiki/Brion_Gysin

23 de marzo de 2012

El Derby de Kentucky es Decadente y Depravado.

Hoy traigo algo nuevo. La traducción al castellano de "El Derby de Kentucky es Decadente y Depravado"

Es este un artículo originalmente publicado en el Scanlan's Monthly, en 1970, y que no tenía traducción decente, o al menos yo no la encontraba, así que me puse a ello. Es una muestra, de hecho la primera, de lo que más tarde vendría a ser denominado como Periodismo Gonzo. Una especie de subgénero del periodismo en el que el autor se involucra en la acción descrita, utilizando, de algún modo, la subjetividad en su favor.

La figura de Hunter S. Thompson es mítica, pero me limitaré a poner el enlace a Wikipedia con su biografía, porque no me apetece repetirlo todo aquí. Para qué, ¿no?

Es famoso, sobre todo, por un librito titulado "Miedo Asco en Las Vegas" (Fear and Loathing in Las Vegas), en el que describe su viaje a Las Vegas en compañia de su abogado Óscar Zeta Acosta, con el alias de Raoul Duke y Dr. Gonzo, respectivamente. Una crítica del pervertido y destructivo ambiente de la ciudad de los casinos, a la vez que describe el frenético día a día de una Odisea politoxicómana, con el ácido lisérgico y otros alucinógenos como telón de fondo.

Sería llevada al cine por Terry Gilliam en 1998.



Una versión cinematográfica del personaje habría sido encarnada con anterioridad por Bill Murray, con Peter Boyle en el papel del Dr. Gonzo.




Quizás algún día me anime a dedicar más tiempo a hablar de este autor. Ahora, de momento, me limitaré a colgar aquí su "El Derby de Kentucky..." y añadir que debe bastante a su colaboración con el ilustrador inglés Ralph Steadman, autor de los dibujos que acompañan al original y que también he querido meter en esta traducción, pues me parece que son de aparición obligada en toda presentación que se haga del texto, en tanto que forman parte inherente del mismo.



Hunter S. Thompson y Ralph Steadman.

Steadman es conocido también, aparte ya de por su peculiar y original estilo de dibujo, por estar a cargo de otros trabajos, como alguna edición de las obras de Lewis Carrol o de Rebelión en la Granja, de George Orwell.
http://www.ralphsteadman.com/



Bueno, sin más preámbulos, aquí dejo el enlace:




---CLICK AQUÍ---











Audiolibro en inglés en Spotify, por Tim Robbins, Dr. John, el propio Streadman y otros.







Correción del 12 de mayo de 2012: He subido una traducción corregida y definitiva, atendiendo a comentarios constructivos, en la que creo que ya no hay ni faltas ortográficas ni errores tipográficos. Así mismo, he añadido un par de notas a pie de página, y revisado las que no daban suficiente información.



15 de marzo de 2012

Sic semper tyrannis.







Vivimos la última época del mundo. Los próximos años serán testigo del sufrimiento y muerte de miles de seres. Se derrumba el orden tal como lo hemos conocido hasta ahora. Ninguna generación en el futuro, al menos durante mucho tiempo, conseguirá igualar los logros que la humanidad ha alcanzado a día de hoy, y que se desvanecen en este cataclismo aparentemente sin freno.
El emperador Diocleciano estaba pálido y demacrado cuando asomó al balcón de su palacio. Sobre su cuerpo se apilaban las telas y ornamentos de un déspota oriental; era una parodia. El imperio estaba tan enfermo como él, sostenido por débiles hilos. Aunque haría todo lo posible por preservar las antiguas estructuras, pronto sus sucesores se repartirían los despojos. ¿Merecería la pena vivir para ver morir allí lo que tanto había costado? Aquel legado, aquel dominio, que era herencia de guerras innumerables, de batallas ganadas en tres continentes, y que cedía ahora, cedía...
No quedaba nada de aquel tiempo ya lejano en que este imperio aún era un proyecto indefinido, que se tambaleaba al dar sus primeros pasos sin saber bien hacia dónde debía dirigirlos. Cuando todo el mar comenzó a ser circunvalado por la misma hegemonía, cada conquista era un clavo en el ataúd de los antiguos poderes. Tarde o temprano, debía darse un golpe de efecto, algo que demostrara que Roma no era patrimonio de guerreros, ni de usurpadores oportunistas. Sila y los Escipiones, primero, y la inportunidad de los Gracos y el peligroso triunfo de Pompeyo, luego, habían puesto en jaque las tradicionales bases sobra las que se apoyaba el gobierno absoluto de los senadores. Él último, Julio César, de la familia de los Julios, amenazaba con tiranizar la vieja república como dictador perpetuo. Su linaje tenía una tradición ancestral; remontándose a los tiempos de Alba Longa y a la misma diosa Venus. Pero aunque los Brutos no podían remontar su linaje a reyes ni a dioses, ¿quién necesita esgrimir el nombre de antiguos monarcas cuando puede exhibir al primero de los cónsules? La Historia le llamaba a poner freno. No creía ceder a oscuras conjuras, al contrario, suyo era el deber, la salvaguarda. Su traición, para sí, no era tal.
En los ojos de César había miedo. La vida abandonaba su cuerpo a través de cada una de las veintitrés heridas de daga.
Quizás habían salvado la Historia, una vez más. Quizás un Bruto fuera de nuevo elevado a los altares, marcando el recorrido, velando por la libertad del Senado y del Pueblo de Roma como un genus protector.
Quizás...
Mientras, los primeros rayos de sol de aquel quince de marzo despuntaban desde el otro lado del horizonte, por encima de los muros y de las siete colinas, e iban a parar contra la cubierta dorada del Capitolio, coronando a la propia ciudad con un haz de luz. Parecía que aquel día nacía de nuevo el mundo. Una época nueva.

8 de marzo de 2012

Vegemite sobre una tostada.


Continúa la comedia. El show no se detiene. ¿Para qué? Nadie lo sabe, precisamente ahí es donde todos parecen verle la gracia.
Gloucester, de Melbourne, le mira por encima de su jarra medio vacía -porque apura hasta el último segundo la sensación de que aún le aguarda la suave alegría de un trago de cerveza en el futuro inmediato- y se atreve a recriminarle:
-Te estás conviertiendo en un gilipollas amargado.
-Desearía dormir mil años, pero los ruidos de la calle no me dejan dormir. Me despierta el vuelo de una paloma y los tractores removiendo suelo estéril. - se lamenta él, con la cabeza caída, como pollo de goma.
Y cómo cansa sacudirse los pesos muertos de encima cada día para levantarse y tener que trazar rutas falsas a lugares no especificados. A ninguna parte.
Hazte vagabundo. Renuncia. La mediocridad no existe cuando definitivamente abandonas.
-Tal vez lo haga.
Y Gloucester, que nunca ha estado en Inglaterra, dice:
-Es de cobardes.
-De cobardes es no aceptar que tan solo eres barro mal moldeado. - y ahora se dirige al resto- ¿No queríais retos, acaso la vida no es hermosa por todo lo que ofrece? Pues así es como funciona. Al amanecer, y con la cabeza aún palpitante, deja atrás las polvorientas barracas de Albury-Wodonga.
Entonces, repentinamente mira al cielo y exclama. "¡Matilda! ¿Dónde se ha metido mi Matilda?" La llenaría con tres bolsas de pan de molde y dos tarros de Vegemite. Espera poder dormir bajo un eucalipto salvaje. Pero antes, a la luz de una hoguera, en medio de ninguna parte, bailará el waltzing Matilda.






Waltzing Matilda.








Wasted and wounded, it ain't what the moon did, I've got what I paid for now
See you tomorrow, hey Frank, can I borrow a couple of bucks from you
To go waltzing Mathilda, waltzing Mathilda,
You'll go waltzing Mathilda with me

I'm an innocent victim of a blinded alley
And I'm tired of all these soldiers here
No one speaks English, and everything's broken, and my Stacys are soaking wet
To go waltzing Mathilda, waltzing Mathilda,
You'll go waltzing Mathilda with me

Now the dogs are barking and the taxi cab's parking
A lot they can do for me
I begged you to stab me, you tore my shirt open,
And I'm down on my knees tonight
Old Bushmill's I staggered, you'd bury the dagger
In your silhouette window light go
To go waltzing Mathilda, waltzing Mathilda,
You'll go waltzing Mathilda with me

Now I lost my Saint Christopher now that I've kissed her
And the one-armed bandit knows
And the maverick Chinamen, and the cold-blooded signs,
And the girls down by the strip-tease shows, go
Waltzing Mathilda, waltzing Mathilda,
You'll go waltzing Mathilda with me

No, I don't want your sympathy, the fugitives say
That the streets aren't for dreaming now
And manslaughter dragnets and the ghosts that sell memories,
They want a piece of the action anyhow
Go waltzing Mathilda, waltzing Mathilda,
You'll go waltzing Mathilda with me

And you can ask any sailor, and the keys from the jailor,
And the old men in wheelchairs know
And Mathilda's the defendant, she killed about a hundred,
And she follows wherever you may go
Waltzing Mathilda, waltzing Mathilda,
You'll go waltzing Mathilda with me

And it's a battered old suitcase to a hotel someplace,
And a wound that will never heal
No prima donna, the perfume is on an
Old shirt that is stained with blood and whiskey
And goodnight to the street sweepers, the night watchmen flame keepers
And goodnight to Mathilda, too.
T. WAITS